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miércoles, 30 de diciembre de 2009

Hombre lobo


Corría desesperada a través de la espesa arboleda. Las ramas y las raíces del suelo habían hecho de mi cuerpo un lienzo donde dibujar sus arañazos. De mi rostro resbalaban hileras de sangre caliente, notaba como recorrían mis mejillas para luego estrellarse contra la blancura de mi vestido.
Volví a escuchar los aullidos de los lobos sabía que venían tras de mí. Yo era su comida, su pequeña degustación de vísceras y sangre.
Sentía un miedo intenso, que me paralizaba pero que a la vez me hacia correr con desesperación.
Mire hacia atrás esperanzada, no se veía rastro de la bestia que me quería dar caza, pero eso mas que tranquilizarme, me inquietó, el bosque estaba silencioso. Sólo oía las palpitaciones en mi cabeza, los golpes de mi corazón contra mis costillas, de repente caí sin remisión al suelo, mi pie había quedado enganchado en una raíz. las lágrimas afloraron a mis ojos, el dolor era intenso, notaba fuego recorriendo mi tobillo… estaba segura, me lo había roto y con él las esperanzas de huir.
Me levante lentamente, nunca seria una presa fácil, tenía demasiado orgullo para quedarme tirada en el bosque.
Reprimí un grito de dolor cuando apoyé el pie. Podía ya ver la luz de la luna a través de las ramas, no me detuve.
Corrí desesperada hasta salir del bosque y encontrarme libre, sola, en medio de la pradera.
Observe con detenimiento, el verdor de la hierba brillaba con los rayos de la luna, dándola un toque mágico y plateado.
Sonreí con decisión mientras las lágrimas inundaban mis mejillas, “estoy a salvo” pensé, los aullidos de los lobos habían desaparecido, “seguro que han perdido mi rastro”… pero cómo pude ser tan estúpida.
Comencé a andar, confiada en una suerte inexistente, cuando una fugaz sombra tapó la luna, mi pecho quedo paralizado, mi corazón dejó de latir por un momento, cuando un lobo de grandes dimensiones se posó ante mí.
Ahora no pude reprimir un grito de terror.
El lobo blanco abrió sus fauces, por entre sus dientes se deslizaban hilos de saliva, me enseño sus colmillos afilados, como dedicándome una sádica sonrisa.
El lobo comenzó a andar hacia mí, su cuerpo empezó a convulsionarse, el pelo de su lomo y sus patas desaparecieron, mientras sus garras se convertían en manos de afiladas uñas, un cuerpo humano se dibujo tras el de la bestia, era musculoso, sólo cubierto por unos pantalones desgarrados.
Observe ahora al ser que se alzaba ante mí.
Su pelo era de un rubio casi blanquecino que caía en mechones sobre sus ojos albinos y por sus labios corría una sonrisa de seducción, mi respiración se acelero cuando observe su pecho marcado… tenia algo de salvaje y bello que me atraía con la fuerza de un imán.
No podía creerlo, me había enamorado de mi propio verdugo
-¿Qué hace una bella dama sola, por la noche, en un lugar como este?-su voz envolvió mis sentidos, embrujo mi mente y me hizo caer en un profundo sueño del que no quería despertar.
Se acercó a mí con aire sosegado, haciendo que desease con más fuerzas que llegase a donde yo estaba…
Pero la poca cordura que me quedaba me sacó de mi ensoñación y me gritó que el hombre que tenia ante mí solo era una bestia que me estaba condenando a la muerte.
Esto hizo que volviera a la realidad, que el dolor y el miedo volviesen a invadir mis sentidos.
Retrocedí un paso, quería huir del embrujo de esa bestia, cuando mi tobillo roto se doblo, caí al suelo, con los ojos anegados… Ya no aguantaba más, era demasiada la presión que se alzaba sobre mis hombros.
El se arrodilló ante mí, acarició con una de sus manos mi rostro, arañado e inundado en lágrimas de dolor.
-Sssssh- posó uno de sus dedos en mis labios temblorosos- No llores pequeño rayo de luna, no voy a matarte.
Mi mente quedo confundida por tales palabras. ¡Qué! Después de todo no iba a matarme. No le creía. no podía caer en su embrujo, era demasiado bonito para ser real.
Intenté retroceder, pero él me agarró.
-Dime el nombre que encierra tanta belleza, dime… ¿Cómo te llamas?
Bucee por unos instantes en sus ojos albinos y salvajes en los cuales brillaba el amor.
Acerque mi rostro al suyo y susurre sobre sus labios mi nombre:
-Me llamo, Favole- los dos quedamos paralizados nuestros labios solo se rozaban, el beso era la fruta prohibida qué no nos atrevíamos a tomar.
Pero algo mágico me empujo contra él y mis labios se deslizaron por los suyos.

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