Powered By Blogger

jueves, 31 de diciembre de 2009

La cerillera - Hans Christian Andersen

Era la noche de San Silvestre, la última noche del año. Todo el mundo en la ciudad se apresuraba para llegar pronto a sus casas y refugiarse del frío y la nieve. Iban muy abrigados, y algunos llevaban regalos de Navidad. Tras los cristales ardía la leña en las chimeneas y había agradables aromas de los manjares preparados para la cena de aquella noche.En medio del ir y venir, un pequeña chiquilla vendía fósforos para ganar algo con que comprar siquiera un pedazo de pan. - Compren fósforos, lo mejor para encender fuego. ¡Compre cerillas, señor! Pero la gente apenas escuchaba su débil voz y desde luego, por nada del mundo sacarían las manos de sus tibios bolsillos con el frío que hacía.Poco a poco, la noche se fue acercando y la calle se quedó desierta. -¡Fósforos, fósforos! ¡Cerillas para la lumbre! –Pero la pobre cerillera pronto comprendió que no vendería nada más aquel día. Terminó pronto de contar las escasísimas ganancias. No podía volver así a su casa: sin llevar consigo algo de alimento para su familia.Pensó que quizá sus padres se enfadaran con ella por no haber sido capaz de vender más, eran tan pobres y tantas bocas que alimentar, que la más mínima cantidad marcaba una gran diferencia. ¡Si por lo menos no hiciera tanto frío! Tenía los deditos entumecidos, la nariz helada y le dolía mucho la garganta. Si se atreviera a encender una cerilla, sentiría un poco de calor...Al fin y al cabo, en su casa haría el mismo frío que en la calle, pues durante todo el invierno el agua de lluvia se había abierto camino entre las rendijas del tejado, formando goteras y el viento soplaba a través de lo cartones que formaban las paredes de su humilde casita. Se refugió en la esquina que formaban dos casas muy elegantes y con mucho cuidado para no destaparse, encendió un fósforo. Y la luz del fósforo al arder le mostró una acogedora estancia donde ardía el cálido fuego de la chimenea al lado de una mesa con humeante comida. Las llamas se reflejaban en las paredes creando figuras danzarinas y la pobre cerillera incluso podía sentir el calor de una manta sobre sus rodillas. Al apagarse, la niña volvió a la oscura y fría realidad.-Si pudiera ser todo el rato así...- Se lamentó la chiquilla –Encender otro fósforo no marcará ninguna diferencia, y sin embargo es tan agradable su luz... Y procedió a prender la llama que esta vez le mostró un salón bellamente adornado, con un árbol de navidad adornado con infinidad de pequeñas velitas centelleantes. Bajo él, los regalos esperando a ser abiertos por niños ilusionados.Al apagarse el segundo fósforo, la pequeña volvió a sentirse sola, en la noche acariciada por los copos de nieve que caían sin cesar, casi a oscuras, sentada en la calle y aterida de frío. - Encenderé otra cerilla – decidió la niña, pues las ilusiones que le brindaba la luz conseguían apartarla, siquiera por un momento, de la insensible realidadY así lo hizo, sostuvo la madera encendida delante de sus ojos y esta vez se vio a sí misma sentada a la agradable mesa al lado de la chimenea, tomando una sopa caliente que reconfortó su enfermo cuerpo. Y también era ella la que se acercó al majestuoso árbol de navidad para abrir los regalos que en su corta vida nunca había recibido.Tan agradable y tan nueva era la sensación para la chiquilla, tan gratificante sentir el calor del hogar, que esta vez, cuando se consumió la cerilla, sólo quedó junto a la esquina de las elegantes casas el pequeño cuerpecito de la vendedora de fósforos, pues su alma se negó a regresar a esa realidad que la había ignorado hasta el momento.

El cuervo

Edgar Allan Poe
Una vez, al filo de una lúgubre media noche, mientras débil y cansado, en tristes reflexiones embebido, inclinado sobre un viejo y raro libro de olvidada ciencia, cabeceando, casi dormido, oyóse de súbito un leve golpe, como si suavemente tocaran, tocaran a la puerta de mi cuarto. "Es -dije musitando- un visitante tocando quedo a la puerta de mi cuarto. Eso es todo, y nada más."
¡Ah! aquel lúcido recuerdo de un gélido diciembre; espectros de brasas moribundas reflejadas en el suelo; angustia del deseo del nuevo día; en vano encareciendo a mis libros dieran tregua a mi dolor. Dolor por la pérdida de Leonora, la única, virgen radiante, Leonora por los ángeles llamada. Aquí ya sin nombre, para siempre.
Y el crujir triste, vago, escalofriante de la seda de las cortinas rojas llenábame de fantásticos terrores jamás antes sentidos. Y ahora aquí, en pie, acallando el latido de mi corazón, vuelvo a repetir: "Es un visitante a la puerta de mi cuarto queriendo entrar. Algún visitante que a deshora a mi cuarto quiere entrar. Eso es todo, y nada más."
Ahora, mi ánimo cobraba bríos, y ya sin titubeos: "Señor -dije- o señora, en verdad vuestro perdón imploro, mas el caso es que, adormilado cuando vinisteis a tocar quedamente, tan quedo vinisteis a llamar, a llamar a la puerta de mi cuarto, que apenas pude creer que os oía." Y entonces abrí de par en par la puerta: Oscuridad, y nada más.
Escrutando hondo en aquella negrura permanecí largo rato, atónito, temeroso, dudando, soñando sueños que ningún mortal se haya atrevido jamás a soñar. Mas en el silencio insondable la quietud callaba, y la única palabra ahí proferida era el balbuceo de un nombre: "¿Leonora?" Lo pronuncié en un susurro, y el eco lo devolvió en un murmullo: "¡Leonora!" Apenas esto fue, y nada más.
Vuelto a mi cuarto, mi alma toda, toda mi alma abrasándose dentro de mí, no tardé en oír de nuevo tocar con mayor fuerza. "Ciertamente -me dije-, ciertamente algo sucede en la reja de mi ventana. Dejad, pues, que vea lo que sucede allí, y así penetrar pueda en el misterio. Dejad que a mi corazón llegue un momento el silencio, y así penetrar pueda en el misterio." ¡Es el viento, y nada más!
De un golpe abrí la puerta, y con suave batir de alas, entró un majestuoso cuervo de los santos días idos. Sin asomos de reverencia, ni un instante quedo; y con aires de gran señor o de gran dama fue a posarse en el busto de Palas, sobre el dintel de mi puerta. Posado, inmóvil, y nada más.
Entonces, este pájaro de ébano cambió mis tristes fantasías en una sonrisa con el grave y severo decoro del aspecto de que se revestía. "Aun con tu cresta cercenada y mocha -le dije-. no serás un cobarde. hórrido cuervo vetusto y amenazador. Evadido de la ribera nocturna. ¡Dime cuál es tu nombre en la ribera de la Noche Plutónica!" Y el Cuervo dijo: "Nunca más."
Cuánto me asombró que pájaro tan desgarbado pudiera hablar tan claramente; aunque poco significaba su respuesta. Poco pertinente era. Pues no podemos sino concordar en que ningún ser humano ha sido antes bendecido con la visión de un pájaro posado sobre el dintel de su puerta, pájaro o bestia, posado en el busto esculpido de Palas en el dintel de su puerta con semejante nombre: "Nunca más."
Mas el Cuervo, posado solitario en el sereno busto. las palabras pronunció, como virtiendo su alma sólo en esas palabras. Nada más dijo entonces; no movió ni una pluma. Y entonces yo me dije, apenas murmurando: "Otros amigos se han ido antes; mañana él también me dejará, como me abandonaron mis esperanzas." Y entonces dijo el pájaro: "Nunca más."
Sobrecogido al romper el silencio tan idóneas palabras, "sin duda -pensé-, sin duda lo que dice es todo lo que sabe, su solo repertorio, aprendido de un amo infortunado a quien desastre impío persiguió, acosó sin dar tregua hasta que su cantinela sólo tuvo un sentido, hasta que las endechas de su esperanza llevaron sólo esa carga melancólica de "Nunca, nunca más."
Mas el Cuervo arrancó todavía de mis tristes fantasías una sonrisa; acerqué un mullido asiento frente al pájaro, el busto y la puerta; y entonces, hundiéndome en el terciopelo, empecé a enlazar una fantasía con otra, pensando en lo que este ominoso pájaro de antaño, lo que este torvo, desgarbado, hórrido, flaco y ominoso pájaro de antaño quería decir graznando: "Nunca más,"
En esto cavilaba, sentado, sin pronunciar palabra, frente al ave cuyos ojos, como-tizones encendidos, quemaban hasta el fondo de mi pecho. Esto y más, sentado, adivinaba, con la cabeza reclinada en el aterciopelado forro del cojín acariciado por la luz de la lámpara; en el forro de terciopelo violeta acariciado por la luz de la lámpara ¡que ella no oprimiría, ¡ay!, nunca más!
Entonces me pareció que el aire se tornaba más denso, perfumado por invisible incensario mecido por serafines cuyas pisadas tintineaban en el piso alfombrado. "¡Miserable -dije-, tu Dios te ha concedido, por estos ángeles te ha otorgado una tregua, tregua de nepente de tus recuerdos de Leonora! ¡Apura, oh, apura este dulce nepente y olvida a tu ausente Leonora!" Y el Cuervo dijo: "Nunca más."
"¡Profeta! exclamé-, ¡cosa diabólica! ¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio enviado por el Tentador, o arrojado por la tempestad a este refugio desolado e impávido, a esta desértica tierra encantada, a este hogar hechizado por el horror! Profeta, dime, en verdad te lo imploro, ¿hay, dime, hay bálsamo en Galaad? ¡Dime, dime, te imploro!" Y el cuervo dijo: "Nunca más."
"¡Profeta! exclamé-, ¡cosa diabólica! ¡Profeta, sí, seas pájaro o demonio! ¡Por ese cielo que se curva sobre nuestras cabezas, ese Dios que adoramos tú y yo, dile a esta alma abrumada de penas si en el remoto Edén tendrá en sus brazos a una santa doncella llamada por los ángeles Leonora, tendrá en sus brazos a una rara y radiante virgen llamada por los ángeles Leonora!" Y el cuervo dijo: "Nunca más."
"¡Sea esa palabra nuestra señal de partida pájaro o espíritu maligno! -le grité presuntuoso. ¡Vuelve a la tempestad, a la ribera de la Noche Plutónica. No dejes pluma negra alguna, prenda de la mentira que profirió tu espíritu! Deja mi soledad intacta. Abandona el busto del dintel de mi puerta. Aparta tu pico de mi corazón y tu figura del dintel de mi puerta. Y el Cuervo dijo: Nunca más."
Y el Cuervo nunca emprendió el vuelo. Aún sigue posado, aún sigue posado en el pálido busto de Palas. en el dintel de la puerta de mi cuarto. Y sus ojos tienen la apariencia de los de un demonio que está soñando. Y la luz de la lámpara que sobre él se derrama tiende en el suelo su sombra. Y mi alma, del fondo de esa sombra que flota sobre el suelo, no podrá liberarse. ¡Nunca más!

Amor del pasado


La melodía de un triste violín hizo correr a Brek, conocía esa música y esas manos huesudas que la tocaban.
Era ella no podía creerlo, dirigió su mirada bajo el puente, y allí estaba, su rostro femenino y angelical, su vestido negro roído por el tiempo, su pelo ondulado y castaño que se mecía con el gélido viento.
La estaba esperando desde hace tanto tiempo y ahora la había encontrado, posada en el suelo, desdichada.
Se acercó a ella con paso lento, sobre las aguas y pronunció su nombre.
Sace.
Ella alzo sus ojos azules, mirando al vampiro, como si del pasado se tratase.
Paró la música mientras posaba el violín en las aguas tranquilas y dejó que la corriente lo arrastrase, ya no lo necesitaba, porque había encontrado a su ser amado.
Alzó su cuerpo delgado mientras que sus ojos se posaban en los de Brek, levanto una de sus manos temblorosas y acarició, delicadamente, la mejilla de este.
Descubriendo una realidad de felicidad.
Juntó su cuerpo al del vampiro rodeando su cintura con los brazos y poso su cabeza en el pecho frío de Brek. Las manos de el revolotearon por el pelo de Sace, apretándola mas contra sí.
Dos lágrimas resbalaron por las mejillas de ella, que alzó su rostro, poco a poco, buscando los labios de su amado.

Amor Caprichoso


El vampiro se abalanzó sobre mí, mientras un grito acudía a mis labios.
Mi espalda chocó contra el frío suelo de piedra, cuando caímos juntos.
Intente forcejear para escabullirme pero sus manos se aplastaban fuertemente contra mis hombros sin dejar moverme.
-Tienes un cuello precioso, ¿Lo sabías?- El vampiro repaso con uno de sus dedos pálidos mi cuello y mis labios- Que pena que quede marcado para siempre con el beso de sangre.
Las lágrimas afloraron a mis ojos, pero los cerré con fuerza para que estas no pudieran salir de su prisión.
El vampiro repaso con sus labios mi yugular palpitante. Notaba su alieno caliente estrellarse contra mi piel.
Mis pulsaciones se aceleraron y las lágrimas asaltaron mi rostro.
Mi cuerpo comenzó a convulsionarse en sollozos, el vampiro lo noto y sus labios quedaron petrificados en mi cuello.
-¿Por qué lloras?
¿Había tristeza o curiosidad en su voz?
-No quiero morir así, es una forma sucia.
-¿Quién dice que vallas a morir?
-Tú lo dijiste- mi voz quedó oculta en el llanto.
-Pero… yo… no quería- el vampiro me observo con sus ojos oscuros- no llores- deslizó con ternura, sus manos por mi rostro ocultando las lagrimas que rodaban por el- Jamás te mataría… solo… solo quería que fueras mía, para siempre, para toda la eternidad.
Mi llanto se hizo mas leve.
-Pero hay sueños que son imposibles…- agacho su rostro sobre mí, a la vez que buscaba mi boca, me besó con cierta ternura vampírica, mientras dos lagrimas de sangre se estrellaban contra mis parpados cerrados.

Dulce fragancia

Pensé con cavilaciones perezosas, en el olor que desprendería mi perfume, como sería el frasco, su color, su tamaño, su forma.

Puedo oler el perfume, si, es dulce y fresco, alegre como una brisa de verano, efímero como un beso en el oído… quizá la fragancia esté sacada de una rosa marchita, o del rocío de la mañana… no sabría bien como describirlo, solo se que seria algo mágico.

Pero… ¿Cómo seria la forma del frasco?
Sí, lo se, tendría forma de nube azul, una de esas nubes que de pequeños nos hacían volar hacia mundos de castillos encantados.
¿Os lo imagináis? ¿Podéis oler el perfume? ¿Podéis verme a MÍ?

miércoles, 30 de diciembre de 2009

Hombre lobo


Corría desesperada a través de la espesa arboleda. Las ramas y las raíces del suelo habían hecho de mi cuerpo un lienzo donde dibujar sus arañazos. De mi rostro resbalaban hileras de sangre caliente, notaba como recorrían mis mejillas para luego estrellarse contra la blancura de mi vestido.
Volví a escuchar los aullidos de los lobos sabía que venían tras de mí. Yo era su comida, su pequeña degustación de vísceras y sangre.
Sentía un miedo intenso, que me paralizaba pero que a la vez me hacia correr con desesperación.
Mire hacia atrás esperanzada, no se veía rastro de la bestia que me quería dar caza, pero eso mas que tranquilizarme, me inquietó, el bosque estaba silencioso. Sólo oía las palpitaciones en mi cabeza, los golpes de mi corazón contra mis costillas, de repente caí sin remisión al suelo, mi pie había quedado enganchado en una raíz. las lágrimas afloraron a mis ojos, el dolor era intenso, notaba fuego recorriendo mi tobillo… estaba segura, me lo había roto y con él las esperanzas de huir.
Me levante lentamente, nunca seria una presa fácil, tenía demasiado orgullo para quedarme tirada en el bosque.
Reprimí un grito de dolor cuando apoyé el pie. Podía ya ver la luz de la luna a través de las ramas, no me detuve.
Corrí desesperada hasta salir del bosque y encontrarme libre, sola, en medio de la pradera.
Observe con detenimiento, el verdor de la hierba brillaba con los rayos de la luna, dándola un toque mágico y plateado.
Sonreí con decisión mientras las lágrimas inundaban mis mejillas, “estoy a salvo” pensé, los aullidos de los lobos habían desaparecido, “seguro que han perdido mi rastro”… pero cómo pude ser tan estúpida.
Comencé a andar, confiada en una suerte inexistente, cuando una fugaz sombra tapó la luna, mi pecho quedo paralizado, mi corazón dejó de latir por un momento, cuando un lobo de grandes dimensiones se posó ante mí.
Ahora no pude reprimir un grito de terror.
El lobo blanco abrió sus fauces, por entre sus dientes se deslizaban hilos de saliva, me enseño sus colmillos afilados, como dedicándome una sádica sonrisa.
El lobo comenzó a andar hacia mí, su cuerpo empezó a convulsionarse, el pelo de su lomo y sus patas desaparecieron, mientras sus garras se convertían en manos de afiladas uñas, un cuerpo humano se dibujo tras el de la bestia, era musculoso, sólo cubierto por unos pantalones desgarrados.
Observe ahora al ser que se alzaba ante mí.
Su pelo era de un rubio casi blanquecino que caía en mechones sobre sus ojos albinos y por sus labios corría una sonrisa de seducción, mi respiración se acelero cuando observe su pecho marcado… tenia algo de salvaje y bello que me atraía con la fuerza de un imán.
No podía creerlo, me había enamorado de mi propio verdugo
-¿Qué hace una bella dama sola, por la noche, en un lugar como este?-su voz envolvió mis sentidos, embrujo mi mente y me hizo caer en un profundo sueño del que no quería despertar.
Se acercó a mí con aire sosegado, haciendo que desease con más fuerzas que llegase a donde yo estaba…
Pero la poca cordura que me quedaba me sacó de mi ensoñación y me gritó que el hombre que tenia ante mí solo era una bestia que me estaba condenando a la muerte.
Esto hizo que volviera a la realidad, que el dolor y el miedo volviesen a invadir mis sentidos.
Retrocedí un paso, quería huir del embrujo de esa bestia, cuando mi tobillo roto se doblo, caí al suelo, con los ojos anegados… Ya no aguantaba más, era demasiada la presión que se alzaba sobre mis hombros.
El se arrodilló ante mí, acarició con una de sus manos mi rostro, arañado e inundado en lágrimas de dolor.
-Sssssh- posó uno de sus dedos en mis labios temblorosos- No llores pequeño rayo de luna, no voy a matarte.
Mi mente quedo confundida por tales palabras. ¡Qué! Después de todo no iba a matarme. No le creía. no podía caer en su embrujo, era demasiado bonito para ser real.
Intenté retroceder, pero él me agarró.
-Dime el nombre que encierra tanta belleza, dime… ¿Cómo te llamas?
Bucee por unos instantes en sus ojos albinos y salvajes en los cuales brillaba el amor.
Acerque mi rostro al suyo y susurre sobre sus labios mi nombre:
-Me llamo, Favole- los dos quedamos paralizados nuestros labios solo se rozaban, el beso era la fruta prohibida qué no nos atrevíamos a tomar.
Pero algo mágico me empujo contra él y mis labios se deslizaron por los suyos.

lunes, 28 de diciembre de 2009

Amante fantasma


Una fría noche de invierno escribí esta carta, tal vez con la esperanza de que alguien la leyera, o… tal vez con la esperanza de que tras ella pudiera volver al mundo de los vivos.
Sabía que iba a morir, lo sentía en como los escalofríos recorrían mi piel con cierta brusquedad.
M e hallaba en el salón principal, escondido en un rincón, alumbrado por la luz de una pálida llama intentando calentar mis extremidades y mi corazón, que roto se hallaba por la perdida de mi amada Isabella.
Escuche un golpe, ¿de donde provenía?, otro golpe, aun más fuerte, alce la cabeza preparado para lo peor pero solo era la lluvia la causante del estruendo. Volví a hundirme en el rincón aun más temeroso que antes sentía miedo, un miedo que recorría mi pecho y acuchillaba mi alma.
Esperaba a la muerte con impaciencia y sin aguantar más grite a la noche:
-¡Dios, porque no envías a tus Ángeles funerarios y haces que se lleven mi alma hacia el mundo donde reposa Isabella!
El aliento de mi boca había hecho que la llama oscilara ahora su luz era débil y un aire frío recorría toda la casa, acaso mi Dios había escuchado mis suplicas, la corriente se hizo más fuerte y dirigida hacia mi se estrello contra la llama que desapareció dejándome a oscuras.
Todo mi cuerpo quedo petrificado por el terror, no podía moverme, ahora si, la muerte venía a por mí.
Se oyeron nuevos golpes, que rebotaron por toda la casa, unos golpes que no eran producidos por la lluvia… si no por una mano del otro mundo, se oyeron de nuevo ahora mas contundentes mas cercanos… y entonces la puerta se abrió arrancando todas las cerraduras.
En el rellano flotaba una figura femenina y fantasmal, su rostro estaba completamente comido por los gusanos, su cara era una calavera de la cual pendían unos tirabuzones rubios.
El fantasma dirigió sus cuencas vacías hacia mí, pero aun así parecía que me atravesaba con sus ojos inexistentes.
-¿No me recuerdas? Amado, ¿No querías verme por ultime vez?
-¿Isabella?- pregunte al fantasma
-Si soy yo,…- el alma calló pensativa- Isabella ya no recordaba ese nombre. Así me llamabas, no es verdad amor mío
-Sí, Isabella es tu nombre
-¡No!- grito el fantasma- ese nombre es un nombre hecho para los vivos, ese mismo nombre, que tu inventaste para mí, fue el que condeno a vagar entre los dos mundos… como un alma errante.
Mi cara quedo cubierta por una mascara, que delataba mis recuerdos:
-Sí, lo recuerdas- dijo Isabella- te acuerdas de la vida que me hiciste pasar… Pero tranquilo Henry, ese era tu nombre ¿no?- yo asentí con la cabeza- pagaras por lo que me hiciste sufrir, te llevare de mi mano hasta las profundidades del mismísimo Averno y allí te besare, para que quedes atrapado y no puedas volver.
Isabella, se acercó a mí, su cara había sido reconstruida y sus ojos verdes devueltos a sus cuenca, se agacho hacia mí y beso, con sus carnosos labios, los míos.
Absorbiendo mi vida y condenándola al mismísimo Infierno

viernes, 25 de diciembre de 2009

La doncella y el vampiro




-Vi como la luz del amanecer se ocultaba, entre nubes de lluvia. Había desaparecido la luz de mi corazón, sentí la pena recorriendo mi cuerpo como poco a poco iba cayendo en las garras del mal, tuve una sed repentina…

- ¿De qué?
-De sangre. Notaba como mi cuerpo se abrasaba, mis manos temblaban y mis ojos no soportaban la luz del sol, pues me quemaba como si fuera fuego… o hielo.
Necesitaba morder la carne humana, el cuello de cualquier persona, joven o viejo, atravesar con mis afilados colmillos los pocos centímetros que me separaban de mi descanso…
-Y ¿Qué sucedió?
-Había un problema…
-¿Cual?
-Era de noche, las calles se encontraban vacías y solitarias, descansaban en paz los humanos y con ellos su sangre.
-Sabía que irrumpir en una casa me podría causar serios problemas…
-¿Qué tipos de problemas?
-La hoguera y en fin la muerte. Pero la suerte y la esperanza corrieron a buscarme en forma de alguacil. Corría hacia mí un hombre gordo y fornido. En sus regordetas manos se balanceaba alocadamente un candil con una pálida llama.
Cuándo grito su voz sonó sin fuerza y aterrada: “¿Quién hay ahí?”, susurro tímidamente.- Una fuerte carcajada afloró a los labios del vampiro
-¿Y que hiciste?
-Me escondí detrás de unos arbustos, haciendo ruido, como si fuera un pobre animal asustado. Y así cuando se acercara solo tendría que saltar para….
-Comprendo-susurró aterrada la doncella
-Y ahora ya sabes mi historia.
Las manos del vampiro se aferraron fuertemente a las de la chica, y ella alzo la vista aterrada y temerosa para lo peor. Una fría sonrisa se dibujó en los labios de él, dejando al descubierto sus afilados colmillos.
Comenzó a agachar su cabeza hacia la aterrada doncella que susurró:
-No por favor.- El vampiro alzó la cabeza posando sus ojos enmascarados en los de la chica.
Soltó una de sus manos y la posó en la mascara que cubría los ojos de la doncella y retirándola delicadamente la estrello contra una de las paredes de la habitación.
Deslizo su mano por el pelo de la chica, siguiendo las ondulaciones desde la raíz hasta la cintura. Y cuando sus manos se hallaban alrededor de sus finas caderas, la apretó contra si y cerrando los ojos agacho su rostro presionando lentamente los labios de Sura que al igual que el cerro los ojos, y alzándose en sus pies devolvió el beso al vampiro.

Dolor del corazón

Not comenzó a llorar, por sus ojos se desbordaba un dolor tan intenso, un dolor que no podría sanar, viviría con el durante toda la eternidad. Su amada Emile había muerto ¿Cuáles habían sido las circunstancias? Nadie lo sabía ¿Por qué a él? ¿Por qué el dolor le había elegido a él para seguirle como una sombra constante?
Cerro los ojos y se tumbo en el frió suelo de la habitación allí pudo verla por ultima vez su rostro pálido y juvenil su sonrisa que desbordaba un encanto peculiar esos ojos tan grandes que morían de vergüenza cuando Not la observaba detenidamente, su figura femenina y angelical… lo había perdido todo, todo en su vida, en su mundo era ELLA ¿Por que? Se grito a si mismo ¿Por que?

NOCHE ESTRELLADA

Una fría noche de navidad, un muchacho de África observaba una estrella que alumbraba el cielo. Se acordaba que sus padres siempre decían que esa era le estrella que guió a los Reyes Magos para llegar hasta el niño Jesús.
El observo su alrededor su pequeña y desdichada choza, su hermana sentada alrededor de una fogata, intentando calentarse… recordó esos días de felicidad que pasaba con sus padres, pero ellos se habían ido, para desde allí cuidar a los abuelos.
Él se sentía inquieto su madre le había prometido ir a visitarle el día de navidad después de muerta, ¿Pero como iba a llegar hasta allí? Volvió a observar con curiosidad el cielo, la estrella de los Reyes Magos se movía con mucha velocidad por el horizonte, su luz cada vez se hacía mas intensa. Retrocedió hacia su hermana y la obligó a meterse en la cabaña.
-No hagas nada, ni digas nada hasta que yo no venga ¿Vale?
La pequeña asintió con la cabeza y se refugió entre las mantas.
Esta pudo observar como su hermano cogía uno de los cazos por si a caso lo tenía que utiliza.
La luz cada vez era mas intensa ¿Acaso el día había llegado ya? ´´´ No ´´ pensó el chico ´´ es la estrella que se acerca a mí ´´
Cerró los ojos cegado por la luz y cuando los pudo abrir abrió dos figuras luminosas y blancas, con forma de hombre y de mujer, flotaban ante él.
La mujer se adelanto cantando una nana que el muchacho conocía muy bien, era la nana que le susurraba cuando tenía miedo.
Las lágrimas afloraron a los ojos del chico, no podía ser aquellas figuras eran sus padres:
-¿Mamá?- pregunto entre sollozos
-Sí, soy yo, hijo mío, prometí que volvería a verte en la noche de navidad.
El chiquillo, soltando el cazo, corrió hacia su madre, la abrazó con fuerza y llorando la pidió que se quedase
-Mamá…te necesitamos… estamos solos… tenemos miedo a la oscuridad…y…te echamos mucho de menos
-No te preocupes cielo, pronto nos volveremos a ver…-dos lagrimas rodaron por la mejilla de su madre que lo estrecho con mas fuerza, sin poder terminar la frase.
-Entonces, ¿te quedaras?
-Cariño no puedo, los abuelos necesitan nuestra ayuda. Pero estate tranquilo, siempre nos tendrás, aquí, en tu corazón y nunca jamás tendrás miedo a l noche- la madre arrancó, del cielo, una estrella
-¿Esa es la estrella que guió a los Reyes Magos? – preguntó el chiquillo
-Sí, pero ahora es el tuyo el que guiará la madre depositó la estrella en el pecho del chico y esta se unió con su corazón.


Moraleja: nunca estarás solo si tienes a los demás en tu corazón

Rincones de fantasía

¿Qué son para ti los rincones? ¿Un pequeño sitio donde anidan las arañas del pasado? ¿Un soplo de frío que congela nuestra imaginación? ¿La inundación del alma en el olvido?....
Porque no recoger las fantasías de todos los rincones de nuestro corazón y entregárselas a las palabras, los deseos y la felicidad…. Porque no buscar entre papel esos momentos inolvidables de diversión.