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miércoles, 29 de junio de 2011

El velo de la pasión

La lluvia caía como una capa fina sobre la gran catedral de Toledo. El agua resbalaba contra las piedras como lágrimas eternas.
Las calles estaban vacías. Las gentes dormían tranquilas, en sus casas, y solo una sombra oscura y encapuchada recorría la cuesta que bajaba hasta la catedral.
Su figura era imponente y su destino el santo lugar.
Se paró enfrente de la fachada principal de esta y observó los acusadores ojos de Jesús mirando hacia el horizonte en la última cena.
Esos ojos. Ese dios. Atrapaba en un caparazón de castidad a su amada pero la noche lluviosa a la que se enfrentaban la arrancarían de ese velo de oculta pasión.
Entró abriendo las dos puertas de par en par dejando que la fuerte tormenta penetrase en la Catedral como un augurio de lo que sucedería.
El la tempestad. Ella la calma.
Las velas titilaron y algunas llegaron a consumirse. Pero no aquella que colgaba encima del altar que iluminaba con una tenue luz a una figura femenina engalonada de blanco que ni siquiera se había movido al abrirse las puertas.
James caminó sobre el frio suelo mientras se quitaba la capa negra de la que chorreaba montones de gotas cristalinas.
Su cuerpo produjo grandes sombras en la piedra y sus pasos solo dejaron de resonar cuando se paró detrás de la muchacha que rezaba ante el altar.
La chica se levantó lentamente los pliegues de su túnica cayeron sobre el suelo sagrado como lindas olas blancas.
James observó su rostro pequeño y menudo, las largas pestañas dibujaban sombras sobre sus mejillas.
-¿Que desea? la casa del señor está al servicio de todos.
-No te andes con rodeos Ann sabes a lo que he venido.
La chica retrocedió apartándose de él.
-James no puedo hice un juramento…
-Solo los juramentos sellados con sangre son los que no se pueden romper.-Le interrumpió impaciente el chico.
Los cuerpos de ambos estaban cada vez más cerca el uno del otro.
-Pero él me castigara.- Ann giro su rostro a la figura sangrienta de Jesús en el altar gótico.
Sus ojos estaban clavados en ellos produciendo un efecto escalofriante.
-El no existe Ann tú lo sabes mejor que ningún ser humano.
Las manos de James se posaron sobre la estrecha cintura de la chica.
-Abandona al dios al que sirves, y ocupa tú su lugar, dejando que sea yo el que te adore y rece- le susurro mientras buscaba con sus dientes la oreja de la muchacha.
Ann suspiro sabia que luchar contra la pasión de él le resultaría muy difícil, era mejor dejarse llevar y hacer lo que él le había dicho ocupar su puesto en el mismísimo Olimpo.
Se giro lentamente mientras observaba el rostro de James sus ojos azules estaban clavados en ella con devota lujuria y en sus labios jugaba una sonrisa de pasión.
-Seré tuya, pero solo esta noche.
-Si te entregas hoy, serás mía hasta mi muerte.
La respiración de la muchacha se agito al notar las grandes manos de James rozar sus pechos mientras retiraba lentamente los cordones de su escote.
James se acerco a ella y la beso muy lentamente dejando que su lengua se hundiera en la boca de la muchacha mientras retiraba con suavidad la túnica de sus hombros descubriendo su piel cremosa y suave.
Sus manos resbalaron por su tripa desnuda la recogió entre sus brazos y volvió a besarla ahora con dulzura mientras dejaba que ella le desnudara.
Sus cuerpos se rozaron. Piel contra piel.
Y en ese momento Ann le miro a los ojos y no puedo evitar susurrarle:
-Te quiero.
-Lo sé pequeña.
La levanto con delicadeza hasta llegar al altar allí la poso mientras la observaba desnuda. Su piel pálida brillaba bajo la luz de las velas, sus piernas se rozaban las unas contra las otras intentando buscar ese placer que solo hallaría entre los brazos de James.
El chico se poso sobre ella mientras depositaba besos por todo su cuerpo haciendo que los escalofríos recorrieran la piel de la chica y que la pasión creciera en su interior…

Comenzaba a amanecer. Los dos amantes estaban dormidos acurrucados el uno contra el otro. La pasión de la noche anterior les había mostrado que entre ellos había más que lujuria. Había amor, algo profundo que consigo romper con las supersticiones y la manipulación.
James despertó estaba contento por haber conseguido tener a Ann entre sus brazos. El encuentro había sido mágico y fabuloso. Deposito un beso en la frente de la chica y se levantó mientras comenzaba a vestirse.
Tenía que partir antes de la primera misa no quería ningún incidente con la Santa Inquisición.
Se giró y lo que vio le dejó petrificado y lleno de dulzura.
El pelo de Ann se encontraba desparramado sobre el frio suelo en lindas hondas y los primeros rayos del amanecer, habiéndose colado juguetones por las cristaleras bailaban en su rostro dándola una luz angelical.
Se agacho sobre ella y la despertó besándola en los labios. Ann no se sobresalto tan solo sonrió contra aquella boca que la aprisionaba.
-Vamos pequeña es hora de levantarse.
La chica se estiro lentamente bajo el cuerpo de James, haciendo que uno de sus pechos quedara al descubierto.
-Te recomiendo que te tapes- le susurro al oído el chico- a no ser que quieras que pase lo mismo que ayer.
Ann sonrió pícaramente.
-La verdad es que no me importaría.
-No tientes al diablo- dijo sarcásticamente James- vístete dentro de unas horas van a comenzar las misas.
Pero a los amantes no les dio tiempo ni a reaccionar ya que las puertas de la gran iglesia se abrieron de par en par dejando que el eco de una conversación llegara hasta ellos.
-Sí, fue una figura oscura y con forma de hombre la que entro y no ha vuelto a salir.
-Su colaboración con la Inquisición, no pasara desapercibida a ojos del grande. Ahora por favor vuelva con su familia y deje que actuemos.

James tapo con su cuerpo a Ann que se había quedado petrificada.
-Aquí están señor.
Un monje inquisidor a pareció ante ellos la larga capucha tapaba sus ojos.
-Señor James elegisteis mal sitio para cometer un pecado tan grave. Pero dígame que esconde detrás de él.
-Nada de lo que su infernal grupo de hombres puedan beneficiarse.
El inquisidor se acerco a él. Le empujo bruscamente contra una de las columnas.
-Pero que tenemos aquí. Guardias habéis tenido suerte.- dijo mientras empujaba a la muchacha contra sus hombres.
-¡No!- grito Ann al notar las sucias manos de la Inquisición sobre ella.
-No se atrevan a tocarla.
James se adelanto amenazador pero una mano fría lo retuvo.
-Si pecador, ella recibirá lo que merece después será quemada en la hoguera.
Pero los años de entrenamiento con la espada pudieron más que las oscuras intenciones del monje.
James se giro bruscamente recogió su espada que reposaba en el suelo y se tiro sobre el inquisidor.
-Ahora serás tu el que ardera en las llamas del infierno que vosotros mismos os habéis construido.
La espada atravesó el costado del monje pero antes de morir pudo pronunciar unas palabras.
-Matadla que no la coja con vida.
Y así fue una de las dagas cayó sobre el cuello de Ann.
-¡Nooo!- James corrió hacia ella dejando su guardia completamente bajada. Ya nada le importaba.
Recogió a Ann entre sus brazos. La sangre gorgoteaba por su cuello y esta había comenzado a pintar sus labios.
Pero el dolor de James fue efímero. Una espada cayó sobre su cuello haciendo que su cabeza rodara hasta el altar.
Una única religión, un único intento de poder supremo y oscurantismo. Consiguió recoger tantas lágrimas de sangre bajo techo sagrado.

domingo, 19 de junio de 2011

Mi despedida. Amor

Capítulo 1: Recuerdos

Cada noche los recuerdos acuden a mi mente. Los momentos inundan mi cabeza, se apilan ante mí y uno tras otro me van desgarrando el corazón, robándome un cachito de mí mismo.
Todavía te recuerdo hay sentada, tu pelo ondulándose contra la suave brisa marina, y tu sonrisa invitándome a vivir.
Me diste la vida, mi primer beso y las primeras caricias que me inundaron el alma de pasión. Ya que hacía tiempo que el frio de los siglos había congelado mi corazón, y los recuerdos del amor se habían desvanecido en promesas rotas de cariño eterno.
Desde el primer momento en que descubrí que mi mujer me engañaba supe que no podría volver a enamorarme de otra persona. Ella había marcado mi corazón a fuego lento. Encerrando mi alma en su prisión de carne y hueso.
Pero ahora que lo pienso fui muy ingenuo al creer que lo que viví con esa mujer era amor y cariño.
Yo era muy joven y estaba locamente enamorado de ella.
Fue ese amor lo que me impidió ver que sus besos eran fríos, sus abrazos faltos de cariño, y sus palabras estaban vacías de sentimiento.
Por eso cuando te salve esa noche supe que había encontrado una parte muy importante de mi vida y aquí es donde comenzó todo:

Fabar corrió hacia el callejón, de donde provenían los gritos.
No solía ir a ayudar a los humanos. Pero esta vez su instinto le decía que la persona que estaba en peligro iba a ser alguien importante para él.
Volvió a escuchar los gritos y una voz masculina que decía:
-¡Cállate puta!
Por su mente paso una sola palabra. Violación.
Se paró ante la entrada del callejón y observó la escena.
Una muchacha de pelo largo y claro estaba tirada en el suelo. Arrinconada contra la pared. Delante de ella se alzaba un hombre que rondaría los treinta, de pelo oscuro.
-¡Eh tu! Déjala empaz.
El hombre se giró con una sonrisa de desdén en la boca, pero cuando vio el imponente cuerpo de Fabar su rostro cambió. Mientras sus ojos fueron cubiertos con un velo de terror.
-No es lo que piensas. Yo…yo solo….
-Largo de aquí antes de que tome medidas.
El hombre corrió hacia la salida y cuando paso junto a Fabar agacho la cabeza y se pegó a la pared.
El vampiro se acercó a la chica muy lentamente.
-No te voy a hacer nada. ¿Vale?
La chica dirigió su mirada a los ojos de Fabar, y asintió insegura con la cabeza. Sus hombros temblaban produciendo espasmos a sus manos y por su mejillas rodaban lágrimas teñidas por el rímel.
Fabar no sabía que hacer. Había salvado a una chica de una violación, no podía dejarla ahí tirada. Pensó que necesitaba algo que la tranquilizara asique se agacho junto a ella.
-Voy a abrazarte ¿vale?
La muchacha se encogió un poco más, pero asintió con la cabeza.
El musculoso cuerpo de Fabar rodeó a la chica.
Al principio, ella, no se movió, pero luego sus brazos volaron al cuello del vampiro. Le estrecho con fuerza y hundió el rostro en su garganta.
Unas tibias lágrimas rodaron por la piel de Fabar.
El vampiro sintió que las pulsaciones de su corazón se aceleraban de rabia al sentir los espasmos de la muchacha contra su pecho.
En ese momento juro que iba a matar al hombre que le había hecho esto a… un momento no sabía el nombre de la chica.
Pego los labios a la oreja de ella y susurró muy despacio:
-¿Cómo te llamas?
La muchacha inspiró hondo. Su voz sonó trémula cuando respondió.
-Me llamo Victoria.
Fabar se separó un poco para mirarla pero esta no alzó la cabeza.
-Victoria mírame un momento.
Tras un instante de vacilación la chica alzó la cabeza.
-Te juro que matare al que te ha hecho esto.
Las lágrimas volvieron a inundar los ojos de Victoria.
-Ssssh no llores. Solo respira hondo y mírame fijamente.
La chica hizo lo que le ordenaban mientras notaba que un sopor inundaba su cabeza. Sus ojos comenzaron a cerrarse. El sueño acudía a su encuentro.

Capitulo 2: Respuestas

Victoria abrió los ojos lentamente e intento recordar algo de la noche anterior, todo en su cabeza eran imágenes borrosas. Solo recordaba un cuerpo que la abrazaba. Después nada.
Intentó girarse pero notó algo pesado contra su cintura. Miró hacia abajo y vio un brazo que la rodeaba.
Su corazón se aceleró ¿De quién era ese brazo? Y ¿Qué había sucedido anoche?
Se dio la vuelta bruscamente y observó al chico que tenía a su lado.
Era muy guapo. Tenía el pelo rubio y largo, unas oscuras pestañas que producían sombras en sus mejillas, sus labios eran perfectos, carnosos y cuidados, preparados para ser besados.
Victoria dejó de pensar en eso. Se sentó en la cama haciendo que la mano del chico se posara en su pierna, una mano grande y pálida donde unas venas azules se trasparentaban.
El movimiento hizo que Fabar se despertara. Victoria pudo observar sus ojos azules, con los que quedó hipnotizada.
-¿Victoria estas bien?
La muchacha se dio cuenta de que se había quedado embelesada mirándole. Salió de su ensoñación y respondió.
-Claro que no. ¿Quién eres tú?
Fabar sonrió. Ya no se acordaba de que al dormir a un humano su cerebro tardaba en recordar lo ocurrido en las últimas horas.
-No te preocupes dentro de un rato te acordaras de todo.
La incredulidad acudió al rostro de Victoria abrió la boca para hablar pero un dedo se poso en sus labios.
-Tranquila no temas. Te prometo que no te voy a hacer daño.
Fabar se levantó de la cama y fue hacia la puerta.
-Espera- Grito Victoria- ¿Cómo te llamas?
-Fabar. Por cierto, Victoria, el baño esta allí.
La chica se levanto y se dirigió al cuarto de baño.
Era una habitación grande. Tenía una ducha y una bañera con hidromasaje, un gran espejo decoraba toda la pared derecha y debajo un lavabo de mármol negro.
Victoria se quitó la ropa y se metió directa en la ducha, sin llegar a fijarse en su reflejo.
El agua caliente relajo sus extremidades, metió la cabeza debajo del chorro y enjabono su largo pelo con un champú que olía a rosas.
Después de pasar casi media hora bajo el chorro decidió salir. Cerró el grifo y abrió la enorme mampara.
El gran espejo estaba completamente empañado cogió una de las toallas y la paso por encima con delicadeza, retirando poco a poco el vapor.
Cuando hubo acabado miró su cuerpo desnudo, seguía igual que siempre esbelta y delgada. Pero algo llamó la atención de sus ojos, un moratón sobre su pecho y otro alrededor de su brazo.
Una imagen borrosa acudió a su mente, era de un hombre que la sacaba con brusquedad de la discoteca y la llevaba hacia un callejón, pero no pudo ver la cara de su agresor el recuerdo estaba muy oscuro.

* * * *

Fabar notó la presencia de alguien en la puerta se giro lentamente con una sonrisa en el rostro, pero lo que vio le dejo conmocionado.
Victoria estaba delante de él. Vestida solo con unas braguitas y el sujetador, su pelo rubio caía mojado sobre su espalda.
Pero lo que le impacto fueron los moratones que tenía en el cuerpo.
Se acerco hacia ella pero la chica retrocedió
-Dime que esto no me lo has hecho tu- la muchacha se miró los hematomas.
La pregunta pillo desprevenido a Fabar.
-Claro que yo no te he hecho eso. Jamás podría hacerte daño Victoria.
La chica suspiro aliviada mientras que sus piernas se flexionaban hacia delante. Fabar corrió hacia ella. La cogió entre sus brazos y la tumbó en uno de los sofás del salón.
Victoria la miró horrorizada pero no pudo reprimir la pregunta.
-¿Qué sucedió a noche? Fabar.
-Victoria, no creo que debas saberlo.
-Fabar necesito saber lo que ocurrió anoche para poder enfrentarme a ello.
-Te intentaron violar pero no pudieron… yo llegue antes.
-Oh cielo santo…- las lágrimas inundaron los ojos de Victoria.
Fabar se sentó junto a ella y la estrecho con fuerza.
-No llores Victoria- deslizó sus manos por el pelo mojado de la chica- te prometo que el tiempo que pases a mi lado no permitiré que te pase nada malo. ¿Me oyes? Nada.
Victoria comenzó a llorar aun más fuerte, hundió el rostro en el cuello de Fabar mientras le abrazaba con fuerza.
De repente un recuerdo acudió a la mente de la chica, en el callejón donde casi fue violada, Fabar le había jurado que iba a matar al que le había hecho eso.
Y por primera vez en mucho tiempo Victoria se sintió a salvo.

Desde este momento, Vic, comencé a amarte. Sentía que no podía dejarte escapar, que no podía perderte. Porque si lo hacía estaría perdido.

Capitulo 3: El primer beso

En los días siguientes nuestra relación se fue enlazando y poco a poco te demostré que yo no era del todo humano. Mi parte vampírica florecía en algunos momentos en los que te creía amenazada. Pero tú, mi vida, nunca huiste, si no que venias a tranquilizarme, a decirme que no pasaba nada. Y debo confesar que esto nunca me había sucedido con otra persona.
Y ahora que los recuerdos asaltan mi mente todavía sonrío cuando pienso en nuestro primer beso:

Victoria bajó las escaleras lentamente. Se había quedado solo en casa y quería darle una sorpresa a Fabar haciendo algo de cena.
Asique se dirigió a la cocina decidida. Pero no sabía qué hacer, su último recurso era hurgar en las estanterías para ver que encontraba.
Saco unas láminas de pasta, bonito, tomate frito, y queso rallado.
Con eso lo tenía todo para hacer unos canelones.
Los preparó y cuando ya estaban terminados los metió en el horno. Solo faltaba esperar.
Se giró sobre sus talones y se sentó en una de las sillas de madera. Sobre la mesa había dejado un antiguo ejemplar de Frankestein lo cogió entre sus manos y comenzó a leer, pero aun faltaba un detalle tenía que poner la mesa.
Se levantó y cogió un bonito mantel negro con puntillas en los bordes, encontró una cubertería de plata preciosa y decidió ponerla, unas copas de cristal y unas cuantas velas dieron a la cocina un toque entre romántico y lúgubre.
A los canelones todavía les faltaba cuarto de hora asique decidió irse al salón a leer. Se acomodó en el mar de cojines de color marrón y purpura y comenzó a leer.
Al poco rato Victoria oyó el suave crujir de la puerta al abrirse.
Fabar había vuelto.
-¿Victoria?- su voz sonó preocupada
-¡Estoy aquí en el salón!
Los fuertes pasos del vampiro resonaron por toda la casa.
Cuando llegó al salón Fabar se maravillo ante la imagen que tenía delante.
El pelo rubio de Victoria caía en cascada entre el mar de cojines y este relucía con los destellos de la tenue lámpara que la alumbraba.
Se había puesto una de las camisas negras del vampiro que la cubría hasta la mitad del muslo, sus largas piernas se cruzaban en una pose muy femenina y su pálida piel resaltaba contra el marrón chocolate del sofá.
-¿Qué haces Vic?- la voz de Fabar sonó ronca mientras se acercaba a ella.
-Leyendo un poco.
-¿El que lees?
-Frankestein.
-Ummm.
El vampiro se deshizo de sus pesadas botas de motero y se sentó junto a Victoria que recogió las piernas para dejarle un sitio.
-Sabes ese es mi libro favorito- se acercó a ella para recogerle, y cuando estuvo a su lado rozó con su nariz el cuello de la chica y aspiró su aroma.
Los colmillos de Fabar se alargaron instantáneamente, acercó sus labios a la piel de la muchacha y comenzó a besarla despacio.
El corazón de Victoria empezó a latir más deprisa cundo notó que el vampiro se pegaba mas a ella. Los brazos del chico se cerraron sobre su cintura.
Fabar la tumbo en el sofá y él se deslizó sobre ella.
Sus labios recorrieron la garganta de la chica hasta llegar a su oreja. Comenzó a mordisquearla lentamente. Dejando un pequeño rastro de mordiscos en su lóbulo izquierdo.
Un suspiro de alivio se escapo de los labios de Victoria cuando Fabar dejó de morderla. Ahora sus labios se dirigieron hacia su barbilla muy lentamente hasta llegar a sus mejillas sonrosadas. Allí deposito unos cariñosos besos.
Luego su boca busco poco a poco los labios de Victoria, con un simple roce, con un mordisco, con el suave tacto de su lengua. Hasta que sus labios se unieron por completo…

Capitulo 4: Nunca me lo perdonare

Cada noche recordaba la cara y el olor del maldito que intento violarte.
Siempre me decía a mi mismo que tenía que ir tras él. Que alguna noche tenía que localizarle para acabar con aquel desgraciado.
Sabía que era un mal resto de drogas y alcohol y que su único cometido en el mundo era destrozar la vida de otras personas.
Pero la calidez de tu cuerpo, el arrullo de tu voz, o el simple hecho de estar junto a ti. Me atrapaba y no me dejaban huir.
Y ahora todas las noches los recuerdos acuden a mi mente y acuchillan mi alma:

-Vamos a dar una vuelta por la ciudad, ¿Te vienes?
Fabar levantó los ojos del libro que tenia entre las manos para mirar a su amada.
-Si claro dentro de un rato me acerco a veros, en cuanto me termine el libro.
Los tacones de Victoria resonaron por el salón.
Se agachó junto al vampiro y le miro a los ojos
-Deberías dejar de leer tanto, o me terminaras olvidando.
-Victoria tu sabes que eres mi única, verdadera pasión.
Una sonrisa se deslizó por los labios de la chica. Junto su boca con la de Fabar a modo de despedida.
Cuando se hubo separado Fabar le pregunto.
-¿Dónde vais a estar?
-En Jumbo.
El rostro del vampiro palideció.
-Victoria…
-Lo sé, se que allí paso todo. Pero ya ha pasado mucho tiempo y además alguna vez me tendré que enfrentar a ello ¿No crees? Además no te preocupes no voy sola.
Fabar sonrió, pero la sonrisa no le llegó a los ojos. Algo le decía que Victoria corría peligro.
Descarto esa superstición de su mente. Seguramente solo fuera por lo que pasó la última vez.
-¡Victoria!- la chica se giró a mirarle- ten cuidado por favor.
-Tranquilo mi amor, lo tendré.
La puerta se cerró suavemente.

Victoria miró la hora en el móvil. Fabar la había dicho que iría con ellas en cuanto terminara el libro. Ya había pasado demasiado tiempo.
-¿Qué te pasa Victoria?
La chica se giró hacia una de sus amigas.
Se hallaban en una de las mesas del centro de la discoteca, al lado de la pista de baile. Los muchachos de los alrededores no les quitaban los ojos de encima. Miró a su compañera y sonrió.
-Tranquila, Em, no me pasa nada.
-¿Enserio?
-De verdad, estoy bien.
Un muchacho caminó hacia su mesa con aires de conseguirlo todo. Y se paró en frente de Em.
-¿Quieres bailar conmigo?
La chica sonrió a Victoria, se levantó de la mesa y se perdió entre la multitud, agarrada del chico.
Victoria observó a sus amigas. Todas estaban ocupadas bailando o hablando asique le tocaba ir sola a los cuartos de baño de afuera.
Recogió su chaqueta y la puso encima de su bolso. Camino hacia fuera y se dirigió a las baños sin darse cuenta de que alguien la seguía.
La brisa del mar revolvió su pelo, las nubes tapaban la luna, por eso el callejón de los baños estaba sumido en la oscuridad.
Era raro, pero no había nadie.
Victoria se dirigió con paso decidido a la puerta del baño de las chicas pero una voz la paró.
-Perdona, pero se te ha caído esto.
Una sonrisa de gratitud afloró a los labios de la chica cuando se giró. En eso momento las nubes habían dejado paso a la luna y Vic pudo observar el rostro del hombre, un rostro que recordaba bastante bien.
Era un hombre de unos treinta años y pelo oscuro, en sus labios bailaba una sonrisa de desdén.
No puede ser pensó Victoria mientras que la expresión de su rostro era sustituida por el pánico.
-Veo que me recuerdas, eh puta.
Un grito se escapó de los labios de la chica cuando el hombre se abalanzó sobre ella.

Fabar saltó del sofá. Algo en su interior le decía que Victoria corría peligro. No lo pensó dos veces, cogió su chaqueta de cuero negra y salió disparado hacia el coche.
Su instinto le llevo hasta el callejón donde encontró por primera vez a Victoria.
-No por favor, no- sabía que jamás se perdonaría el que le volviera a suceder algo.
Bajó del coche sin llegar a echar el seguro y lo primero que escucho fue un grito y después el golpe seco de un cuerpo al desplomarse. El corazón del vampiro se paro por un instante, después la ira hizo que sus pulsaciones se aceleraran.
Corrió hacia el callejón con desesperación, pero la imagen que se deslizó ante sus ojos le hizo parar. Victoria estaba en el suelo. Un pequeño charco de sangre se estaba formando a su alrededor. Y de pie con la mirada fija en ella aquel desgraciado que intento violarla.
Los colmillos crecieron de forma involuntaria en la boca de Fabar.
-Juré que te mataría, ¡Maldito desgraciado!
El hombre se giró a mirar quien estaba detrás de el pero lo único que sintió fue un fuerte impacto que le estrelló contra la pared.
Fabar buscó la garganta del hombre con desesperación y cuando ya la encontró solo pudo decir.
-Jamás volverás a destrozar más vidas.
Sus colmillos atravesaron la piel del bastardo produciéndole una raja que hizo que se desangrara al instante.
El vampiro se limpió la sangre que le manchaba el rostro y corrió hacia Victoria. La cogió entre sus brazos y la abrazó. Aun respiraba.
-Vic cielo, soy yo. Fabar- los dedos del vampiro se deslizaron por el pelo de la chica- ya ha pasado todo.
-¿Fabar eres tú?-la voz de la muchacha sonó trémula, distante.
-Si mi vida soy yo.
Una sonrisa recorrió los labios de la chica.
-En esta ocasión has llegado tarde.
-No no digas eso, todavía podemos salvarte, todavía…- Victoria posó un tembloroso dedo sobre los labios del vampiro.
-Fabar ya no hay tiempo… he perdido mucha sangre…
-Pero…
-No pasa nada, Fabar… no importa- los ojos de la chica comenzaron a cerrarse.
-Vic no, no me dejes-las lágrimas rodaron por el rostro del vampiro.
-Ya no queda tiempo…- la voz de la chica no era más que un susurro
-¡Oh Vic! Lo siento, lo siento. No debí a verte dejado marchar sola- el vampiro comenzó a besar el rostro de la chica- Jamás, jamás me lo perdonare.
Las lágrimas se deslizaban por el rostro de Fabar, como casadas de dolor. Victoria abrió lentamente los ojos.
-No tienes que reprocharte nada… todo lo vivido junto a ti ha sido maravilloso… y nunca podre culparte de mi muerte… ¿Me oyes Fabar? Nunca.- los ojos de la chica se cerraron por completo y su respiración quedó congelada en la última palabra.
Un desgarrador grito de dolor inundo el callejón como única despedida.

Capitulo 5: Carta de suicidio

Sabes aun recuerdo como tu sangre manchaba mis manos, cuando moriste entre mis brazos. Aun pienso que volveré a girarme en la cama y te encontrare a mi lado dormida, aun te veo cuando ando por los pasillos sonriéndome, aun pienso en que cena me abras preparado cuando vuelva.
Pero la realidad es, que cuando me giró en la cama encuentro tu sitio vacio, que cuando levanto la vista por los pasillos no veo nada y que cuando vuelvo la casa está vacía, sin vida, en ella solo se puede respirar dolor y desolación porque tú eras mi vida.
Ahora me reprocho el no haberte dicho más veces que te amaba, ahora me reprocho el no haberte regalado más besos y abrazos, el no haber compartido más tiempo contigo, el no haber disfrutado de ti como debía.
Ahora sé que no aprecias de verdad a una persona hasta que la pierdes.

Ya no me queda nada Victoria. Tú lo eras todo para mí. Las paredes de esta casa son mi único consuelo, y el recuerdo más cercano de ti es tu olor en mi ropa.
Te echo de menos y he esperado demasiado para darme cuenta. Asique ya está decidido.
Hoy nace un nuevo día. Hoy el sol me guiara hasta ti. Mi ángel.