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miércoles, 29 de junio de 2011

El velo de la pasión

La lluvia caía como una capa fina sobre la gran catedral de Toledo. El agua resbalaba contra las piedras como lágrimas eternas.
Las calles estaban vacías. Las gentes dormían tranquilas, en sus casas, y solo una sombra oscura y encapuchada recorría la cuesta que bajaba hasta la catedral.
Su figura era imponente y su destino el santo lugar.
Se paró enfrente de la fachada principal de esta y observó los acusadores ojos de Jesús mirando hacia el horizonte en la última cena.
Esos ojos. Ese dios. Atrapaba en un caparazón de castidad a su amada pero la noche lluviosa a la que se enfrentaban la arrancarían de ese velo de oculta pasión.
Entró abriendo las dos puertas de par en par dejando que la fuerte tormenta penetrase en la Catedral como un augurio de lo que sucedería.
El la tempestad. Ella la calma.
Las velas titilaron y algunas llegaron a consumirse. Pero no aquella que colgaba encima del altar que iluminaba con una tenue luz a una figura femenina engalonada de blanco que ni siquiera se había movido al abrirse las puertas.
James caminó sobre el frio suelo mientras se quitaba la capa negra de la que chorreaba montones de gotas cristalinas.
Su cuerpo produjo grandes sombras en la piedra y sus pasos solo dejaron de resonar cuando se paró detrás de la muchacha que rezaba ante el altar.
La chica se levantó lentamente los pliegues de su túnica cayeron sobre el suelo sagrado como lindas olas blancas.
James observó su rostro pequeño y menudo, las largas pestañas dibujaban sombras sobre sus mejillas.
-¿Que desea? la casa del señor está al servicio de todos.
-No te andes con rodeos Ann sabes a lo que he venido.
La chica retrocedió apartándose de él.
-James no puedo hice un juramento…
-Solo los juramentos sellados con sangre son los que no se pueden romper.-Le interrumpió impaciente el chico.
Los cuerpos de ambos estaban cada vez más cerca el uno del otro.
-Pero él me castigara.- Ann giro su rostro a la figura sangrienta de Jesús en el altar gótico.
Sus ojos estaban clavados en ellos produciendo un efecto escalofriante.
-El no existe Ann tú lo sabes mejor que ningún ser humano.
Las manos de James se posaron sobre la estrecha cintura de la chica.
-Abandona al dios al que sirves, y ocupa tú su lugar, dejando que sea yo el que te adore y rece- le susurro mientras buscaba con sus dientes la oreja de la muchacha.
Ann suspiro sabia que luchar contra la pasión de él le resultaría muy difícil, era mejor dejarse llevar y hacer lo que él le había dicho ocupar su puesto en el mismísimo Olimpo.
Se giro lentamente mientras observaba el rostro de James sus ojos azules estaban clavados en ella con devota lujuria y en sus labios jugaba una sonrisa de pasión.
-Seré tuya, pero solo esta noche.
-Si te entregas hoy, serás mía hasta mi muerte.
La respiración de la muchacha se agito al notar las grandes manos de James rozar sus pechos mientras retiraba lentamente los cordones de su escote.
James se acerco a ella y la beso muy lentamente dejando que su lengua se hundiera en la boca de la muchacha mientras retiraba con suavidad la túnica de sus hombros descubriendo su piel cremosa y suave.
Sus manos resbalaron por su tripa desnuda la recogió entre sus brazos y volvió a besarla ahora con dulzura mientras dejaba que ella le desnudara.
Sus cuerpos se rozaron. Piel contra piel.
Y en ese momento Ann le miro a los ojos y no puedo evitar susurrarle:
-Te quiero.
-Lo sé pequeña.
La levanto con delicadeza hasta llegar al altar allí la poso mientras la observaba desnuda. Su piel pálida brillaba bajo la luz de las velas, sus piernas se rozaban las unas contra las otras intentando buscar ese placer que solo hallaría entre los brazos de James.
El chico se poso sobre ella mientras depositaba besos por todo su cuerpo haciendo que los escalofríos recorrieran la piel de la chica y que la pasión creciera en su interior…

Comenzaba a amanecer. Los dos amantes estaban dormidos acurrucados el uno contra el otro. La pasión de la noche anterior les había mostrado que entre ellos había más que lujuria. Había amor, algo profundo que consigo romper con las supersticiones y la manipulación.
James despertó estaba contento por haber conseguido tener a Ann entre sus brazos. El encuentro había sido mágico y fabuloso. Deposito un beso en la frente de la chica y se levantó mientras comenzaba a vestirse.
Tenía que partir antes de la primera misa no quería ningún incidente con la Santa Inquisición.
Se giró y lo que vio le dejó petrificado y lleno de dulzura.
El pelo de Ann se encontraba desparramado sobre el frio suelo en lindas hondas y los primeros rayos del amanecer, habiéndose colado juguetones por las cristaleras bailaban en su rostro dándola una luz angelical.
Se agacho sobre ella y la despertó besándola en los labios. Ann no se sobresalto tan solo sonrió contra aquella boca que la aprisionaba.
-Vamos pequeña es hora de levantarse.
La chica se estiro lentamente bajo el cuerpo de James, haciendo que uno de sus pechos quedara al descubierto.
-Te recomiendo que te tapes- le susurro al oído el chico- a no ser que quieras que pase lo mismo que ayer.
Ann sonrió pícaramente.
-La verdad es que no me importaría.
-No tientes al diablo- dijo sarcásticamente James- vístete dentro de unas horas van a comenzar las misas.
Pero a los amantes no les dio tiempo ni a reaccionar ya que las puertas de la gran iglesia se abrieron de par en par dejando que el eco de una conversación llegara hasta ellos.
-Sí, fue una figura oscura y con forma de hombre la que entro y no ha vuelto a salir.
-Su colaboración con la Inquisición, no pasara desapercibida a ojos del grande. Ahora por favor vuelva con su familia y deje que actuemos.

James tapo con su cuerpo a Ann que se había quedado petrificada.
-Aquí están señor.
Un monje inquisidor a pareció ante ellos la larga capucha tapaba sus ojos.
-Señor James elegisteis mal sitio para cometer un pecado tan grave. Pero dígame que esconde detrás de él.
-Nada de lo que su infernal grupo de hombres puedan beneficiarse.
El inquisidor se acerco a él. Le empujo bruscamente contra una de las columnas.
-Pero que tenemos aquí. Guardias habéis tenido suerte.- dijo mientras empujaba a la muchacha contra sus hombres.
-¡No!- grito Ann al notar las sucias manos de la Inquisición sobre ella.
-No se atrevan a tocarla.
James se adelanto amenazador pero una mano fría lo retuvo.
-Si pecador, ella recibirá lo que merece después será quemada en la hoguera.
Pero los años de entrenamiento con la espada pudieron más que las oscuras intenciones del monje.
James se giro bruscamente recogió su espada que reposaba en el suelo y se tiro sobre el inquisidor.
-Ahora serás tu el que ardera en las llamas del infierno que vosotros mismos os habéis construido.
La espada atravesó el costado del monje pero antes de morir pudo pronunciar unas palabras.
-Matadla que no la coja con vida.
Y así fue una de las dagas cayó sobre el cuello de Ann.
-¡Nooo!- James corrió hacia ella dejando su guardia completamente bajada. Ya nada le importaba.
Recogió a Ann entre sus brazos. La sangre gorgoteaba por su cuello y esta había comenzado a pintar sus labios.
Pero el dolor de James fue efímero. Una espada cayó sobre su cuello haciendo que su cabeza rodara hasta el altar.
Una única religión, un único intento de poder supremo y oscurantismo. Consiguió recoger tantas lágrimas de sangre bajo techo sagrado.

2 comentarios:

  1. que bonito!!!
    muchas gracias por tus palabras de apoyo!!! me alegra que te guste nuestro blog!! un besito muy muy grande!!!!

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  2. Feliz Año!!! me parece precioso todo lo que escribes, xq me quede de piedra cuando mi madre me dijo q lo escribías tu!!

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